
Tú hiciste de Él, en el misterio de su Pascua, el artesano de nuestra salvación, fuente de toda paz, lazo de toda fraternidad.
Te agradecemos por los deseos, esfuerzos y realizaciones que tu Espíritu suscitó en nuestros días para sustituir el odio por el amor, la desconfianza por la comprensión, la indiferencia por la solidaridad.
Abre aún más nuestros espíritus y nuestros corazones para las exigencias concretas del amor de todos nuestros hermanos, para que seamos cada vez más, artesanos de la paz.
Acuérdate, Padre, de todos los que luchan, sufren y mueren por un mundo más fraterno.
Que para los hombres de toda raza y de toda lengua venga tu reino de justicia, de paz y de amor.
Amén.