«Mujer humilde, fuerte y rica en misericordia, sin excepción ni discriminación».
«Las diferencias no son estorbo sino encuentro»Emocionada. Con la voz algo temblorosa. Así comenzó la intervención que cerraba el acto de beatificación Irma Beretta la superiora general de las hermanas de la Sagrada Familia de Urgell. Y lo hizo al recordar a la madre Janer como «modelo entrañable y amable para seguir, una catalana universal» que supo «amar su propia tierra, cultura y lengua pero a la vez estar abierta a todo el mundo». Ante los feligreses y celebrantes (en la imagen, ante la Seu) insistió a las religiosas de la congregación en la «aceptación de las diferencias, no haciendo de ellas estorbo sino camino de encuentro para acercar nuestros corazones y aprender a construir».
Con estas palabras definía el Papa a la madre Ana María Janer en la Carta Apostólica que leyó el cardenal Ángel Amato para proclamar beata a la fundadora de las hermanas de la Sagrada Familia de Urgell.
Más de 4.500 personas, llegadas de los once países donde está presente la congregación religiosa, participaron en la beatificación celebrada en una carpa levantada para la ocasión en la Seo de Urgell presidida por el prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos.
Una vez proclamada beata, en la parte posterior del presbiterio se descubrió un retrato de enormes dimensiones de la madre Janer, mientras la coral cantaba el estribillo del himno compuesto en honor a la fundadora de las Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell. Después, la hermana María Rosa, una de las religiosas que inició la causa de su beatificación, y el doctor Antoni Vives, médico que certificó la curación milagrosa por intercesión de la madre Janer, llevaron las reliquias de la fundadora al altar.
Previamente, el arzobispo de Urgell y copríncipe de Andorra, Joan-Enric Vives, repasó los principales episodios de la vida de la madre Ana María Janer (1800-1885), haciendo hincapié en el hecho de que vivió «de forma extraordinaria lo que conforma la vida ordinaria sobresaliendo en las virtudes de la humildad y de la caridad». Además, recordó que fundó escuelas, hospitales y casas de caridad en las diócesis de Urgell, Solsona y Barcelona, en un período especialmente convulso para la historia de España. No se quiso olvidar el arzobispo del último deseo expreso de la nueva beata: «morir sobre el suelo desnudo como penitente por amor a Cristo».
Posteriormente en la homilía, el cardenal Amato definió a Janer –cuya fiesta se celebrará el 11 de enero– como «una catalana ilustre por sus virtudes y por su apostolado de la caridad». Utilizando precisamente la lengua catalana, destacó que ella reunía «las virtudes propias de vuestra tierra, como la incansable capacidad de trabajo, las excelentes dotes de organización y de gobierno, la gran afabilidad con todo el mundo». El cardenal subrayó luego en castellano que «la Iglesia ve en la nueva beata una brújula viviente, orientada hacia Dios» que también «nos orienta a los necesitados». Catalana de una piezaEn esta misma línea recordó a los asistentes que la celebración de ayer no es sino «un gran signo de esperanza para todos.
No nos dejemos aprisionar por la tristeza de nuestro tiempo. Siguiendo el ejemplo de la Madre Ana María Janer, catalana de una pieza, no perderemos la esperanza».«Hemos sentido con muchísima emoción este momento y todo el esfuerzo ha merecido la pena», comentaban dos peregrina chilenas, Mari Paz y Valentina, tras la eucaristía, que han tenido que ahorrar durante un año para costearse el viaje y vivir en primera persona cómo subía a los altares la fundadora del colegio donde ellas estudiaron años atrás.
«Las diferencias no son estorbo sino encuentro»Emocionada. Con la voz algo temblorosa. Así comenzó la intervención que cerraba el acto de beatificación Irma Beretta la superiora general de las hermanas de la Sagrada Familia de Urgell. Y lo hizo al recordar a la madre Janer como «modelo entrañable y amable para seguir, una catalana universal» que supo «amar su propia tierra, cultura y lengua pero a la vez estar abierta a todo el mundo». Ante los feligreses y celebrantes (en la imagen, ante la Seu) insistió a las religiosas de la congregación en la «aceptación de las diferencias, no haciendo de ellas estorbo sino camino de encuentro para acercar nuestros corazones y aprender a construir».